
Érase una vez un Rey que sospechaba de su joyero. Pensaba que cuando le entregaba oro para hacer una corona maciza, éste le cambiaba parte del oro por otro metal y en la misma cantidad (mismo peso). De esta forma cuando se comparaba la masa de la corona y la del oro entregado coincidían. Pero el Rey sospechaba . Llamó al consejero científico para ver cómo podían "pescarle". Después de un tiempo, el científico, dio con la solución. Si cambiaba 50 g de oro por 50 g de cobre (por ejemplo), ambos
pesan lo mismo pero no tienen el mismo           volumen (imagínese, como caso extremo, cambiar 1 kg de oro por 1 kg           de paja). Era fácil detectar el fraude. Se comprobaría, no sólo el           peso del oro entregado, sino también su volumen. Al recoger la corona           se repetiría la operación con ésta. El peso sería el mismo pero el           volumen no. Para medir el volumen de un cuerpo irregular (macizo)           basta con introducirlo en un recipiente lleno de agua y ver la           cantidad de ésta  que desaloja. ¡Eureka!

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